El anexo de la facultad de Ingeniería de la UBA, conocido como “La Catedral”, es el único edificio de estilo neogótico de Buenos Aires.
Su construcción, en Las Heras al 2000, fue pensada inicialmente para la facultad de Derecho, y prometía ser el edificio de estudios universitarios mas imponente de América Latina, sin embargo, nunca fue terminado. Esto dio lugar a
una leyenda que aún hoy circula por sus pasillos.
Un poco de historia
A principios del siglo XX Argentina se consolidaba como la gran capital de Sudamérica. Las familias de clase alta estaban muy cerca del poder y dirigían, en gran parte, los destinos de la nación.
Gran parte de las construcciones de esta época fueron ideadas por estas familias, que viajaban por el mundo, principalmente Europa, y traían ideas para replicar en nuestro país.
Durante estos años, las construcciones eran hechas para ostentar el poder de quien las encargaba. Todo era fastuoso, imponente, enorme….Los mejores diseñadores, arquitectos, e ingenieros del mundo eran contratados para cumplir el sueño ostentoso de estas familias acaudaladas.
Paralelamente, la clase media crecía y los hijos de los “nuevos ricos” comenzaban, de a poco, a poblar las instituciones educativas.
En ese contexto, se hizo evidente la necesidad de construir un edificio más grande para la facultad de Derecho (la mas elegida por la clase alta y por esa incipiente clase media), por lo que en 1909 se convocó un concurso para la construcción de un nuevo edificio.
Se adjudica el proyecto.
El proyecto fue encargado al ingeniero Arturo Prins, nacido en Montevideo y nacionalizado argentino. Prins se había recibido de ingeniero Civil, y se había perfeccionado en arquitectura gótica en Europa.
Para él, este iba a ser el proyecto mas importante de su carrera, y nada podía salir mal. El lugar elegido era una zona alta, cerca de los mejores barrios porteños, se pensaba en la construcción de una plaza frente al edificio, para que su obra pudiese ser observada desde lejos. Además, para que sus empleados no llegaran tarde ni faltasen, construyó unas viviendas para ellos con todas las comodidades, para que no tuvieran que viajar diariamente a sus casas en la provincia.
El proyecto comenzó en 1912, con la colocación de la piedra fundamental. Después de algunos altibajos, vaivenes presupuestarios y la primera guerra mundial de por medio, en 1925 se inauguraron las primeras 3 plantas. Así funcionó durante algunos años, aunque la expansión demográfica del país hacía que quedase cada vez más pequeño para la cantidad de estudiantes.
Se detiene la construcción
Pero en 1938 su construcción se detuvo misteriosamente, aduciendo que el costo de los materiales se había disparado a causa de la 2da guerra mundial.
Un año después el congreso aprobó una partida adicional y el ingeniero Prins retomó el proyecto, aunque al hacerlo notó que algo no estaba bien.
Cuentan que se encerró durante días en su estudio para mirar los planos, hacer cálculos y analizar el tema de todas las formas posibles, pero la conclusión era definitiva: Había habido un error de cálculo que no podía ser corregido, y cuando construyeran las torres de la parte superior, la estructura completa iba a colapsar.
Prins sabía que no había forma de arreglarlo sin reiniciar la obra de cero, y el gobierno no lo iba a permitir por los costos que implicaría. Un hombre tan detallista y exigente no podía soportar la vergüenza del error. Esa tarde, cuando todos los empleados se retiraron, tomó su pistola y se quitó la vida.
Se retoma el proyecto y nace la leyenda
Pasó más de una década hasta que en los años 50 un notable estudiante a poco de recibirse decidió armar su tesis sobre la obra inconclusa de Prins, con la idea de terminarla, pero algo ocurrió con él, inesperadamente no pudo aprobar ninguna materia más, y abandonó la carrera tiempo después.
Años más tarde ocurrió lo mismo con otro estudiante que retomó el proyecto, no pudiendo tampoco aprobar más materias y abandonando la carrera.
Dicen que luego de este último las versiones del “proyecto maldito de Prins” crecieron entre los estudiantes. Los intentos de continuidad cesaron y los planos fueron guardados, esperando al próximo valiente que arriesgue su carrera intentando romper la maldición.
¿Que pasó en verdad?
Arturo Prins murió el 5 de octubre de 1939, un año después de que se detuviese la construcción de “La Catedral”. En enero de 1939 el congreso efectivamente había aprobado una partida adicional, pero la misma fue para la construcción de un nuevo edificio, la sede actual, sobre Figueroa Alcorta.
La teoría es que la gente asoció la detención de la construcción con la muerte de Prins, alguien sostuvo que había sido un suicidio por no poder concluir su obra, y así nació la leyenda.
Algunos dicen que el rumor comenzó a circular incluso antes de la muerte del ingeniero.
Lo cierto es que Prins, cuentan, llegó a escuchar los rumores de su propio suicidio. Al hacerlo lanzó una carcajada y respondió: «Podría suicidarme por muchas cosas, pero no por dejar inacabado un edificio».
Cierta o no, la leyenda sigue aún hoy circulando entre estudiantes, profesores y curiosos. Así que cuando pases por Las Heras al 2000 y veas su techo plano donde deberían estar las torres, no te olvides del ingeniero Prins y la maldición de Ingeniería.
Buena historia.